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sábado, 30 de julio de 2011

DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER.........

Siempre me ha llamado la atención las diferencias de comportamiento entre los sexos, por lo que se me ocurrió escribir algo sobre el tema. A continuación, resumo los pasos de la diferenciación de los sexos en etapas tempranas del desarrollo del embrión, desde el punto de vista biológico: En las primeras semanas de embarazo los embriones machos y hembras son exactamente iguales. Ambos poseen un pequeño rudimento llamado gónada indiferenciada. Los embriones que tienen un cromosoma Y en sus células (los machos) comienzan a diferenciarse a la séptima semana. Es entonces cuando la gónada indiferenciada se comienza a convertir en testículo. El testículo del machito en desarrollo pronto se vuelve funcional y comienza a producir testosterona.

Y es esta hormona la principal responsable de las diferencias entre sexos. Pronto, la testosterona produce el desarrollo de los genitales masculinos. Pero el cambio más importante no opera en la apariencia física, sino a nivel cerebral. La testosterona impregna diferentes regiones del cerebro, especialmente un centro muy importante, regulador de la vida de relación del individuo: el hipotálamo. Es esta impregnación la semilla de los problemas de la humanidad.

Desde luego, la mayor parte de la existencia de los seres humanos como especie nos la hemos pasado como cazadores-recolectores, y por mucho que nos choque la idea, el resultado del influjo de la testosterona sobre el comportamiento debió ser moldeado principalmente durante este periodo de tiempo. Además de esto, los millones de años como mamíferos en evolución han determinado la aparición de características que indiscutiblemente corresponden a comportamientos que proporcionan una ventaja biológica para el individuo. Algunas de las diferencias entre hombres y mujeres se mencionan a continuación.

En un experimento realizado en el Reino Unido, un experimentador hombre le proponía sexo a un grupo de mujeres. El experimentador amablemente, se acercaba a fémina y le decía: “señorita, ¿desea usted tener sexo conmigo?”. En una muestra de más de 1000 mujeres, la respuesta fue invariablemente de rechazo (con alguna excepción), y el experimentador terminó muchas veces seriamente abofeteado. Cuando el experimento se realizó en el otro sentido, es decir, una experimentadora mujer proponiendo sexo a los hombres, la respuesta fue positiva en más del 90%. La explicación psicobiológica de este experimento lo da el grado de fertilidad: mientras la enorme fertilidad del hombre le permite andar regando sus espermatozoides por todos lados, la mujer debe cuidar sus escasos y preciados óvulos, por lo que debe ser más selectiva en sus relaciones.


Bueno, como la mujer debe cuidar sus preciados óvulos y los productos de estos (los hijos), y para realizar mejor esta labor debe mantener cerca al imponente macho secretor de testosterona (quien por su parte va a intentar regar su esperma por el mayor número de sitios posibles), esta ha desarrollado un gran número de artilugios para este fin. Por ejemplo, la mujer es una maquinaria antropométrica sofisticada capaz de medir variaciones minúsculas en los movimientos de los músculos de la expresión del macho. Esto le permite a la fémina detectar el peligro de la expropiación de su amado macho por otra fémina -revelado por los gestos involuntarios del inocente ejemplar masculino- en milésimas de segundo y activar otros complejos mecanismos de interacción social para deshacerse del peligro, como fingir una enfermedad, estallar en celos, o simplemente ponerse más coqueta con él.

Por eso, pienso que la sociedad no debería juzgar tan severamente los desmanes de los hombres. Echémosle la culpa a la testosterona. Por ejemplo, un alumno mío, un adventista comprometido que no toma licor ni café y no sale a bailar los sábados, me comentó (en serio) que está pensando formalmente en recoger 20,000 firmas con el objeto de convencer al Congreso Nacional para que apruebe la poligamia. ¡Increíble! A las mujeres estos comportamientos las hacen pensar que nuestro Creador nos hizo a los hombres “monstruos de dos cabezas”, pero que nos dio una cantidad de sangre insuficiente para irrigar ambas al mismo tiempo. Por eso, si usted es mujer, nunca le diga a un hombre: “pensá con la cabeza”, ya que podría recibir una sorpresa.


El hombre, en la sociedad primitiva de cazadores-recolectores, era el cazador y el guerrero. Esto lo obligaba a ser más fuerte y enfocar sus energías en la presa. Sus armas, las colocaba en el cinturón con el que se sujetaba el taparrabo o prenda equivalente, lo que le permitía dejar libres las extremidades superiores para la lucha. La mujer, por otro lado, era la recolectora. Las raíces, pequeños frutos y nimiedades que recolectaba las depositaba en un bolso confeccionado para tal fin, y mientras más grande el bolso, mejor. Las mujeres necesitaron desarrollar una gran habilidad para diferenciar entre alimentos dañinos y útiles, así como para buscar pequeños objetos. ¿Se ha preguntado usted alguna vez, si es hombre, por qué no encuentra el frasco de loción en el tocador aunque lo tenga enfrente? Su mujer, en cambio, puede sacar el pequeño frasco que usted está buscando de entre mil, y en milésimas de segundo. También, esa es la explicación del por qué las mujeres utilizan esas enormes carteras que contienen hasta lo impensable, y del hecho de que ellas puedan realizar varias labores simultáneamente, como limpiar las gracias del bebé, cocinar y hablar por teléfono, todo al mismo tiempo.

Al hombre cazador y guerrero le gusta la guerra, cazar y combatir en equipo, es decir, el futbol. A la mujer recolectora le gusta compartir con otras recolectoras hablando de los maridos, en tertulias y dramas, es decir, las novelas. Los hombres somos bruscos y pesados, y vemos las cosas como útiles o inútiles (¿será esta lanza lo suficientemente certera para matar al mastodonte?); las mujeres, son amorosas, delicadas y las cosas las ven feas o lindas (¿le gustarán esta piedrecitas que encontré a mi marido si me las cuelgo en las orejas?).

El hombre, es fuerte, solitario e individualista. La mujer, sensible, sutil y sociable. Tan sensibles son, que las mayorcitas aun lloran cuando recuerdan los episodios de dibujos animados de las series “Heidy” y “Candy”. El sufrimiento de Candy por Anthony era compartido por todas, ya que la empatía caracteriza al sexo bello. Cuando una mujer va al baño en un sitio público, todas sus amigas la acompañan. Cuando juegan al futbol, todas van juntas tras la pelota, y si una se cae, las otras le ayudan a levantarse y a peinarse. La comunicación es parte de sus vidas. Al hombre, torpe social por naturaleza, tal comportamiento le parece extraño. Para el hombre, la comunicación es directa, sintética y al grano; para la mujer, es basada en los sentimientos y detalles, pero como la comunicación de sentimientos es algo abstracto, necesitan hacerlo con una gran cantidad de palabras, por lo que hablan hasta por los codos.


¿Saben? Hay algo que no he podido comprender, y es por qué el ciclo menstrual de las mujeres tiene, en promedio, exactamente la misma duración que el ciclo lunar. En la naturaleza, usualmente no se observan ese tipo de relaciones por casualidad. Debe haber una causa subyacente. Yo tengo una conjetura al respecto. Le explico: el ciclo lunar se relaciona con la abundancia de ciertas presas de caza, por lo que el conocimiento de la fase lunar era vital para el cazador. La mujer, con fines reproductivos, desarrolló un humor fluctuante durante el ciclo. Mientras en la primera mitad (entre la menstruación y la ovulación) es la persona más dulce y tierna del universo, en la segunda mitad puede ser un ser cruel y despiadado. El macho aprendió entonces a detectar estas diferencias de carácter. Entonces si el macho, en un tiempo inicial, sincronizaba a su mujer con el ciclo lunar, es posible que pudiera inferir la fase de la luna en cualquier tiempo posterior con solo analizar el carácter de su mujer y ¡sin siquiera volver a ver el cielo nocturno! Es decir, un perfecto reloj lunar. Pero como en la sociedad moderna ya esto no tiene tanta utilidad, el reloj se ha desfasado un poco. Bueno, es solo una hipótesis, pero ¿verdad que tiene lógica?

A mi parecer, se ha exagerado un poco la afirmación de que los hombres somos seres visuales y las mujeres auditivas. A las mujeres tambien les gusta lo bonito, las buenas proporciones corporales que denotan buena salud física y reproductiva. Si esto no fuera cierto, los night clubs de mujeres en donde los hombres bailan semidesnudos no tendrían clientas. Por otro lado, a los hombres tambien nos gusta que nuestras hembras nos susurren de vez en cuando cosas bonitas al oido que nos levanten el ego. Así que, hombres, a botar esa panzota con dos mil abdominales diarias y a comer verduritas cocidas por la noche. Yo se, es una tortura para un macho alfa carnívoro, pero todo sea por satisfacer las ansias producidas por nuestra testosterona. En la vida no hay nada gratis.

Y hablando de belleza física, decía el célebre cosmofísico estadounidense Carl Sagan, autor de "Los dragones del Edén", "Cosmos" y "Un punto azul pálido", que los seres humanos estamos hechos de "polvo de estrellas". Bien, sobre este comentario del doctor Sagan solo diré que no creo que yo sea hijo de Brat Pit, Jeorge Clooney o de alguna otra estrella, aunque, como dice Chelato, nunca se sabe.

Los seres humanos, con testosterona o sin ella, debemos aprender a bregar con las diferencias y a utilizarlas en beneficio de la familia y la sociedad. De cualquier forma, son las diferencias las que nos gustan y nos mantienen cerca los unos de los otros, o como dicen los franceses, vive la différence. Saludos.
Tomado de:: http://fecienciavida.blogspot.com/

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